Escudo de la Hermandad
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Historia de Nuestra Hermandad

La devoción a Cristo Resucitado en Tarancón se remonta a principios del siglo XVI, cuando Gil de Torremocha manda construir la capilla de la Resurrección del Señor (1507).

Pero la Hermandad de las Cuarenta Horas y Resurrección Gloriosa de Ntro. Sr. Jesucristo fue constituida en el año 1640, siendo el libro de Constituciones que se conserva de 1698. Por él sabemos que en 1698 se procedió a la reorganización de la Hermandad, siendo párroco don Pablo Bernardo Íñiguez Brasas, el cual actuó como prioste de esta cofradía hasta 1721.

Libro de Asientos de la Hermandad de la Resurrección. Tarancón. 1698. Compusieron la Hermandad treinta y seis vecinos de la villa, incorporando a la misma a otras treinta y seis compañeras, que eran esposas, hijas o hermanas de los cofrades. De este modo se situaba el número total de componentes en 72, número que, según la tradición, sumaban los discípulos de Cristo. Luego se permitió que el número de hermanos pasase de 36 a “quarenta lo más largo”, según reza en el libro de Acuerdos de la Hermandad.

La Cofradía estaba gobernada por un prioste, sacerdote que la presidía, y un depositario que se encargaba de los fondos. Se elegían seis mayordomos anualmente por sorteo, que tenían las obligaciones de cobrar las entradas y cuotas, cobrar las misas de difuntos y guardar la cera. También contaba con un muñidor que se encargaba de repartir los avisos de los entierros a los hermanos.

Los fines de la Hermandad eran rendir culto a Jesús Sacramentado y a la Resurrección de Cristo, y atender los entierros de los hermanos. Por ello la hermandad organizaba la vigilia de las Cuarenta Horas, ante el sagrario. Los cofrades por parejas, vestidos de soldados y con dos grandes blandones de cera en las manos, hacían guardia ante el Santísimo Sacramento durante los tres días de las Cuarenta Horas (Domingo, Lunes y Martes de Carnaval), recordando de este modo las cuarenta horas que, según la tradición, estuvo Cristo en el Sepulcro.

El primer día de Pascua se celebraba la Procesión de Resurrección a la que debían asistir todos los hermanos portando hachas, acompañando a las imágenes de Jesús Resucitado y la Virgen, y tras la procesión la tradicional Misa del Alba.

No debemos olvidar que la hermandad no poseía ni imagen ni altar propios, sino que utilizó durante más de doscientos años la imagen existente en la parroquia, en la capilla de Gil de Torremocha que, a principios del siglo XVIII, era propiedad del marqués de Alhendín de la Vega. Esta casa nobiliaria mantuvo el patronato sobre la Capilla de la Resurrección hasta el siglo XIX.

Entre el patrimonio que la Hermandad tenía estaban dos cetros, el arca de la cera y los candeleros de madera para poner los hachones e iluminar la iglesia y los féretros de los hermanos difuntos.

Texto escrito por: Felix Montoya